No mucho tiempo atrás, siendo un niño, mi madre solía enviarme a hacer las compras de casa, una tarea asignada únicamente para mí por ser el hermano mayor. Podría ser más cuidadoso al salir a la calle, supongo yo.

Para no alargar la historia, que te manden a las compras no es tan agradable que digamos, y lo sabes. Pero te puedo decir que, ahora que lo pienso en profundidad… ¡me encantaba!

Salir, caminar las calles donde crecí, encontrarme con algunos de mis más viejos amigos, simplemente, para mí genera una mezcla de dos sentimientos.

Primero, felicidad, por recordar que tuve una infancia muy feliz, a pesar de ciertas adversidades y eventos que encuentras si creces en un barrio de bajos recursos en una comuna en el oriente de Cali, Colombia (tanto económicas, sociales, incluso familiares).

Segundo, un poco de nostalgia, al saber que todos esos momentos solo hacen parte de nuestra historia y no regresarán.

Continuemos…

De regreso a casa, solía llevar algunos pedazos de madera que encontraba en mi camino. Soñaba que podía construir un barco para que mis hermanos, yo y unos cuantos amigos pudiéramos embarcar una aventura de piratas en un riachuelo que cruzaba nuestra comunidad, a un bloque de nuestra casa… Te prometo que me iba a la cama pensando en esto cada noche.

¡Ser un constructor de barcos o ser un pirata! Vaya, que estos sueños están un poco raros (creo que lo de la locura viene de fábrica, jajaja), pero no era lo único que soñaba.

Te puedo jurar que me paré frente al espejo un millón de veces mientras imitaba a mis raperos favoritos (Eminem, Vico C, Canserbero, por nombrar algunos). ¡Así! Quizás, ¿por qué no? Yo podría convertirme en el mejor rapero de la siguiente generación. También solía ensayar algunos papeles de actor, usualmente algún protagonista de telenovelas (jajaja, tómalo con la mayor modestia posible) Y podría contarte de muchos otros como ser un futbolista, escribir canciones, saltar de aviones, viajar por muchos países o nadar en un lago perdido en el medio de los bosques de Escocia etc)

El fin de esta pequeña historia, en base a “¿Por qué escritura?”, es que, entre estos y muchos otros sueños que vi cumplirse, y otros simplemente desvanecerse frente a mí a través del paso de los años, aprendí que, mientras mi corazón siga palpitando y mis condiciones humanas sigan siendo óptimas, me despertaré cada mañana para hacer lo que mueve las fibras de mi corazón.

No me voy a ir de este corto paso llamado VIDA sin trabajar por lo que anhelo. No voy a ser tibio con lo que mi ser me dicta.

Mientras tanto, ¡déjame seguir soñando! Que es mi puño y son mis letras las que le dan vida a estas líneas.

Te veo pronto!

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